Novela corta de Nagala Yunciel, entre fantasía y realidad porque podría ser cierto. ¿Podríamos llegar a «crear» a la pareja perfecta a partir de seres reales? ¿Y si ciertas desapariciones forman parte de un plan determinado?
Sula culpa a la casualidad y al destino de haber echado a perder su vida. Decepcionada con su última pareja, entra en un juego que le da la oportunidad de escoger al compañero perfecto. Los primeros meses cumple todas sus expectativas, no sale de su asombro, vive en una dicha constante, en una nube de la que no quiere bajar, pero esa felicidad empieza a resquebrajarse cuando el hombre perfecto ya no le parece tal. Y lo peor es que está atada a él para siempre. Así son las reglas de ese siniestro juego. No puede reclamar, ni devolverlo, ni alejarse de él porque el castigo es inimaginable. Descubre que no es la única que ha caído en esta trampa y que existe un grupo de resistencia.
Nunca se hubiera imaginado ser capaz de lo que hizo para salir de esa situación, a riesgo de perder su vida o terminar siendo uno de ellos, ¿personas recicladas?
- ¿Pero por qué tenía dudas?, ¿acaso no era lo que yo quería? ¿Y si era una especie de esclavo creado por una absurda Compañía? Cuanto más lo pensaba más crecía mi ansiedad y hasta cierto temor.
- … le di la última fotografía de mi hijo y la metió en un programa para ver qué aspecto tendría de adulto…
Casi me daba miedo lo que me imaginaba que iba a responder. Seguí callada.
–… y resultó que es casi idéntico al doctor Rober Fermosel.
Se quedó mirándome para ver mi reacción.
–Vaya –Respondí con sorpresa–. No sé qué decir.
–Perdóneme, pero me agarraría a un clavo ardiendo para saber qué fue lo que ocurrió y si sigue vivo.
- Puede que haya un “lenguaje” entre las neuronas, y que alguien lo haya descifrado ya, puede que estén en condiciones de conocer nuestros pensamientos, todo lo que pasa por nuestra cabeza. Y si es así, también podrán manipular esas neuronas, “hablar” con ellas, mandarles órdenes, comunicarles lo que nos quieran vender, ya sean ideas, miedos, gustos…
- Al quinto día La Macouba despertó como cualquier día normal. Abrió sus grandes ojos y la ayudaron a incorporarse.
–Los he visto y sé lo que pretenden. He mirado en su conciencia tan negra como la noche más oscura y he visto su codicia desmesurada, tanto que algunos empiezan a parecerse a esas serpientes que se comen entre ellas. Y eso es bueno para nosotros, para los que somos sus víctimas, porque todos, de alguna manera lo somos. La Macouba ahora los reconoce y no dejará que se acerquen.