Nueva historia de Nagala Yunciel, Fantasía, Ciencia Ficción.
Celeste desaparece una noche de verano en uno de los días más felices de su vida. Al instante se encuentra en un lugar llamado Salandem, donde sus trescientos habitantes han llegado de la misma manera, después del momento más feliz de sus vidas.
«No estás en ningún país, ni siquiera estás en el limbo, ninguna persona te ha secuestrado. Ni estás soñando, ni estás muerta. Asimílalo cuanto antes, has venido a un lugar extraño del que no se sale y donde la no felicidad es un riesgo de muerte».
Y lo asume, está en un pequeño mundo en algún lugar del Universo, tan antiguo como la propia humanidad, donde no se nace y no se muere. El Ente Samael dejará que existan mientras le den su dosis de felicidad. Para eso están ahí. Así ha sido siempre, desde los primeros anacoretas.
Si alguien desaparece, al instante llegará el reemplazo. Ese Ente abominable no parará nunca, a no ser que alguien sepa cómo acabar con él, ¿pero cómo acabar con algo que no se sabe qué es, o dónde está? Puede que la respuesta esté en sus vidas secretas, en ese pasado oscuro que todos ocultan, y que ha relatado bajo los efectos del suero de la verdad. Nadie puede acceder a esos testimonios mientras vivan. Son historias de miles de personas que han pasado por Salandem a lo largo de muchos siglos. Además, es peligro indagar en ellos.
Parte de algunas vidas:
La pequeña Kayla pasaba hambre, solo había leche y a veces algunos bollos, ya no la llevaban al colegio, no hablaba con nadie. A veces iban más hombres a la vez y todos la miraban como si se tratara de alguna mascota, la misma caricia, la misma frase, “¿y ésta cría?” (Jandrina, uno de los trescientos habitantes de Salandem)
Sintió un frío extraño, no propio de primavera, y algo la alzó hacia las estrellas. Cuando miró hacia abajo ya no respiraba ninguno de aquellos que ya no irían a ninguna parte. (Isolda)
Me llamo Violeta Graven y llevo dos años en soledad en este lugar que llaman Salandem. Llegué en 1.881… A mí me gustaba el lugar, pero no lo dije. Para mí era como estar en el cielo, yo no me había separado de nadie, salvo de una vida miserable. Allí nadie me relacionada con los males que hubieran cometido mis antepasados, y si lo hacían daba igual. (Violeta Graven, una de las miles de vidas archivadas a lo largo de los siglos en la Biblioteca de las vidas secretas)
Le pregunté lo que hacían y me contestó que lo que se hace en los templos, rezar y estar en comunión con Dios.
–¿A qué Dios te refieres? –le dije
–Al único que hay en este lugar, el Ente.
Pensé que Salandem era una mierda, quizás una mierda de secta, un reformatorio del que ya tenía experiencia, una institución de locos, una clínica de desintoxicación, o todo a la vez.
Pingback: Ignotus 2021: cylconitas nominables – CYLCON