Nagala Yunciel

Estornudar siempre fue para mí un tormento, y la culpa es de esos segundos que tarda en explosionar. Un momento incontrolable que, incluso estando solo, no sabes dónde va a aterrizar, y no digamos si estás con alguien y le cae toda la lluvia encima, o algo más pegajoso. No es algo silencioso que pase desapercibido. Mi estornudo suele ser escandaloso. Y esa noche, regresando a casa con mi padre en el coche lo vi venir. Era noche cerrada, regresábamos de visitar a mi hermana en el hospital porque había dado a luz. Un niño, como todos. Madre se quedó con ella. Estaba eufórica, era su primer nieto y no iba a dejar que nadie le robara esos momentos únicos, así que regresamos padre y yo solos.
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