Una prosa magistral
Superstición a las puertas del siglo 1.000
Año 999. Se acerca un nuevo siglo y la superstición por lo que pueda traer una fecha tan redonda, año 1.000, hace creer que con él vendrá el fin del mundo, el apocalipsis. Es hora de poner en orden la conciencia, comprar bulas, ganar indulgencias y hasta dar donativos para conseguirlo.
En alguna parte del Camino de Santiago, donde parece que todos quieren ir, se hacen compañeros de viaje el enano Baronza de Bilbilis, que se define como juglar y gentilhombre, y Haral hijo de Haral, un vikingo que no importa que Baronza lo presente como su escudero. Un viaje donde no faltarán personajes y anécdotas. En paralelo la historia de Alduinda, su hermano Berulfo, y su doncella Enderquina. Buenos, malos, bribones, pícaros, sin faltar la hechicera Secundina, persona que da mucho juego, “… Fracasé en mi instrucción, pues no fui capaz de superar la prueba definitiva de levitar y trasladarme en vuelo mientras mis hermanas entonaban la letanía de Lucifer y sus virtudes. Lo intenté presa de pavor desde un peñasco que dominaba un angosto hocino donde nos reuníamos al atardecer en el término de Barahona. Tras rodar por la pendiente y dislocarme la cadera contra unas matas de sandías, hube de confesar públicamente que no había tenido redaños para fabricarme el ungüento volador con el unto de un bebé y que me había embadurnado con el tocino de un marranillo de leche que había hurtado en su lugar. Fui expulsada de la congregación y, puesto que mi alma ya está condenada, decidí ponerme en ruta hacia Compostela, pues he oído que Belcebú está ya en camino hacia allí y, tanto si ha de hundirse el mundo como si no, deseo solicitar su clemencia y colocarme a su servicio”
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